viernes, 12 de diciembre de 2008

jueves, 11 de diciembre de 2008

Barrio Yungay, mezcla de ensueño

Inmigrantes latinoamericanos en constantes problemas con los chilenos típicos del barrio, tan típicos como el cuidador de autos de Caffarena o el estilo neoclásico que caracteriza los edificios que ambientan el lugar. Una peluquería de 140 años, que ningún grupo de visuals de las fiestas Noixs puedan imaginar. Todo esto, acompañado de artistas que con sus bailes y acrobacias dan alegría a la estatua del roto chileno y a la zona de Santiago en la que todo pareciera ser un sueño.

Si de lugares extraños se trata, el Barrio Yungay lidera la lista de los lugares en Santiago imperdibles por tener la cuota exacta de particularidad, historia, belleza y arte.

Para empezar tenemos la famosa “Plaza Yungay” o más conocida como la “Plaza del roto chileno”, que trata básicamente de dar homenaje a la Batalla de Yungay que se rindió en aquel lugar en contra de la confederación Perú-boliviana. Años después se creó el segundo Barrio de Santiago ahí, después del Barrio Cívico.

En un principio se caracterizaba por ser un sector que albergaba a la aristocracia chilena, pero a principios del siglo xx se trasladaron al sector oriente de la capital y aquellas grandes y hermosas casonas de tipo colonial que sirviendo como su hogar durante décadas, hoy son la vivienda de los conflictivos inmigrantes del barrio.

Peruanos, bolivianos, ecuatorianos y colombianos en su mayoría, hoy ven a Chile como una oportunidad para salir adelante económicamente. Sin embargo, los chilenos no han sabido dar honor a la conocida canción que dice: “Y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”, esto es por las constantes quejas que algunos vecinos tienen en contra de quienes vienen de la frontera norte. Quejas que van desde los escándalos y peleas protagonizadas por los peruanos, la suciedad que dejan en la zona, delincuencia y la poca amabilidad. Todo esto se traduce en discriminación.

Claro que también están las pruebas de su mala organización y conflictos, me refiero a los siniestros ocurridos en las grandes casonas del barrio. A causa del hacinamiento de los inmigrantes en las habitaciones de las casas. En una sola pieza viven familias completas y las instalaciones eléctricas no siempre son de la mejor calidad. Por este motivo ocurren los incendios. Los que atentan directamente con el patrimonio arquitectónico de Santiago.

A pesar de todo esto, los extranjeros no se sienten mayormente discriminados, en algunos casos ocurre en el ámbito laboral, pero en el barrio no. Ellos viven su vida. Se juntan entre ellos y tratan de hacerse compañía en la búsqueda de la tan ansiada felicidad. Y en su caso es bastante difícil, lejos de sus familias y con la mala fama de que son flojos, desordenados, sucios y escandalosos.

Generalizan las actitudes de los inmigrantes. En algunos casos puede que sea cierto, pero en otros, sólo quieren tener algo de dinero para salir adelante y para mandar a sus familias que se encuentran su país de origen.

Ya es tiempo de dejar de juzgar a las personas por su origen, raza o gustos. Y es con este último punto, que quiero dar pie a otro grupo de personas dentro del barrio. Los que también han generado bastante controversia con los vecinos del roto chileno. Se trata de los grupos de visuals que asisten al Teatro Novedades. Más específicamente a las fiestas “Noix”.
Noix es una productora de fiestas que desde el 2005 ha mantenido vivo el decaído Teatro Novedades. En estas fiestas que se realizan una vez al mes, cerca de 400 jóvenes asisten para deleitarse con lo que más les gusta, tanto así que hasta define su manera de vestir. Se trata de la música y videos de animé japonés.

Dentro del estilo visual encontramos varios subgrupos de estilos, tales como: los eroguro, oshare, aristocrat, entre otros. Claro que la mayoría de la gente no los sabe diferenciar del todo, ni siquiera de las otras tribus que frecuentan el teatro, como los punks, metaleros, skins y agros.

La diferencia es clara, los visual son mucho más tranquilos y pacíficos. Pero no todos se dan cuenta de esto y los discriminan igualmente. Wilfredo Gutierrez, cuidador de autos de Caffarena y dueño del quiosco de Compañía de Jesús con Cueto, se da cuenta de esto y afirma que los visual son mucho más limpios y menos escandalosos.

“Don Willy”, como le dicen todos los que llevan en el barrio unos cuantos años, ya es toda una leyenda en el sector. Lleva trabajando 30 años en el barrio limpiando y cuidando los autos de los clientes de Caffarena, otro lugar con bastantes historias y que caracteriza al sector. Hace dos años, Wilfredo en sociedad con su pareja Carmen Gloria, instaló un pequeño negocio en la esquina opuesta a la empresa textil.

Huérfano a muy temprana edad, Wilfredo Gutiérrez en compañía de su hermano, debieron recorrer varios orfanatos. A los 18 años, Don Willy trabaja como empleado en “Analmet”, una empresa de análisis químicos, para que al poco tiempo llegara a cuidar autos al Barrio Yungay y ahí se quedó, a pesar de las ofertas laborales que ha recibido. El quiosco, recoger cartones, el cuidado de los autos y su pareja, pero por sobre todo el barrio, lo mantienen ahí. A pesar de las dificultades económicas que ha tenido que sortear.

Personajes como este son los que hacen único el Barrio Yungay, le dan esa magia que hace tan inconfundible las calles entre Matucana y Cumming y San Pablo y La Alameda. Ese mismo encanto es el que han sabido aprovechar los artistas de Azul Violeta.

Danza, teatro, dramaturgia, yoga, pintura, guitarra, canto, circo teatro, técnicas aéreas, entre otros talleres; son los que se imparten en las tres casas que se sitúan en la calle Libertad, entre Moneda y Agustinas. Cuyos precios van desde los $12.000 a los $20.000.

Son alrededor de 15 jóvenes los que imparten las clases. De hecho, viven en comunidad en las mismas casonas en que se imparten los talleres. Y cada cierto tiempo hacen exposiciones de los cursos. Toda una fiesta en el barrio, enfocada en niños, jóvenes y adultos. La idea es llevar el arte a un lugar céntrico de la capital, al que todos puedan llegar.

Y para finalizar este recorrido de ensueño por lo más llamativo del Barrio Yungay, no podría estar ausente la emblemática Peluquería Francesa. Que luego de 140 años cortando y rasurando cabezas, ya es el destino imperdible de los extranjeros que deambulan por las calles capitalinas.
Sin embargo, a pesar del encanto e historias que posee la peluquería, que por lo demás sigue fiel a su estilo neoclásico. Lo que está llamando la atención por estos días, es el Boulevard Lavaud, un restaurant y salón de té decorado a la antigua. Es más, venden antigüedades en el lugar. Situado al costado de la conocida peluquería. Si hasta comerciales, películas, teleseries y programas de televisión se han filmado ahí.

Desde el momento en que entras por alguna de sus puertas, ya te transportas a otra época. Y más aún si se encuentra en el Barrio Yungay. El sector más extravagante de la capital. Un lugar que en ningún sueño se podría encontrar, eso es el Barrio Yungay.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

Mala fama proveniente de la frontera norte

Inmigrantes en el Barrio Yungay

Colombianos, ecuatorianos y peruanos abundan en el sector. Creando así, una diversidad cultural, gastronómica y racial. Sin embargo, muchas son las personas que están en contra de su llegada.

Es día jueves, en el Barrio Yungay. Hay feria en la calle Portales, lugar que quieran algunos o no, reúne a todos los vecinos; sin importar color, nacionalidad o apellido. Llegando a la calle Esperanza, donde terminan los puestos comerciales, se ve a una familia de peruanos escoltados por cinco perros callejeros. Los que al parecer son unos de los pocos que los aceptan tal cual son.
En su mayoría, lo inmigrantes que actualmente viven en
Yungay, son peruanos. Por un lado, a pesar de haber llegado a Chile sin nada y en busca de oportunidades laborales, han salido adelante y han instalado negocios, almacenes, restaurants, ciber-cafés, centros de llamados, peluquerías, etc. Lo cual no es malo para el sector, traen nuevos sabores, acceso a internet y comodidad. Sin embargo, hay un lado b de ellos, del que la gente que ha vivido toda la vida ahí, ya está cansada.
Sobre todo la gente de más edad, que insiste en que son sucios, desordenados, gritones, hediondos, escandalosos e irrespetuosos. “Varias veces he tenido que sacar a peruanos que vienen a la botillería a comprar y creen que por que te van a pagar, te pueden tratar mal y mirar en menos.”, agrega Orlando Soto, que trabaja hace 3 años en el barrio.

Entre ellos pelean mucho también y no cuidan las casas que se les arriendan para vivir. Lo que influye que vivan todos hacinados dentro de estas mismas casonas que alguna vez fueron el hogar de la aristocracia chilena. Hoy por hoy sirven de techo a estas familias que vienen a Chile en busca de nuevos horizontes y esperanzas económicas. El problema está en que los dueños de estas propiedades, le arriendan una habitación a solamente un peruano, pero este luego lleva a todos parientes a vivir con él. Lo mismo pasa en la mayoría de las piezas de las viviendas de la zona. Es por esto que hay tantos inmigrantes en Yungay.

Claro que antes era mayor la cifra de extranjeros, ya que por la misma razón de que viven hacinados y no cuidan sus hogares, en varias ocasiones se han incendiado estas casonas, por fallas eléctricas o conflictos entre peruanos. Otra causa es que los dueños de estas viviendas han optado simplemente por echar a todos los que le arriendan. Medida que por supuesto a afectado a varios que no tienen la culpa, que de verdad están en Chile por trabajo y que se están adaptando al sistema.

Por los errores de unos pocos, pagan todos. Sobre todos los peruanos, como son la mayoría y siempre, a lo largo de la historia, ha existido cierta tensión con nuestro país; son más discriminados. Sin embargo, hablando con ellos, no lo sienten tan así. Por ejemplo: Gina Medina, que lleva tres años acá, dice que no se ha sentido discriminada, sólo un par de veces y en el aspecto laboral. Fernando Sánchez, estudiante de ingeniería informática en la Universidad de las Américas, agrega que no lo han tratado mal en el barrio, pero que casi todos sus amigos son peruanos.

A muchos chilenos residentes en el barrio les molesta la presencia de estos inmigrantes, por un cuento de costumbres tal vez. Dicen que preferirían no encontrarse con ellos. Aunque también reconocen que no todos son iguales, que se pueden rescatar algunos. Pero en su mayoría han ido desprestigiando el histórico barrio.

Por su lado, los peruanos y extranjeros en general no nos toman en cuenta, prefieren vivir su vida, juntar dinero y volver a su país Perú cuando logren una mejor situación económica. No se hacen mayor problema. “Solo estoy de paso por acá, extraño a mi familia, pero tengo que mandarles dinero. Igual no lo he pasado mal por la discriminación. Paso desapercibida”, dice Berta Valderrama, peruana que lleva 7 años en Chile y hace dos que tiene una peluquería.

Así como Berta, son varios los que se esfuerzan por conseguir un trabajo y un lugar en nuestro Chile. Es injusto que por otros peruanos y esa mala fama que se crearon, más lo exagerados que somos los chilenos, tengan que pagar.

Obviamente que no todos los chilenos, porque también hay algunos que apoyan a estos inmigrantes en su proceso de adaptación al país. Les hacen su estancia más agradable. De todos modos, ya lo están pasando mal lejos de sus familias. Marcela Díaz, del bazar de la Plaza Yungay, agrega: “El otro día vino un joven colombiano, bien alto y moreno. Pero es muy tranquilo, si hasta habla suavecito. Y cuando salió, unos chicos lo empezaron a molestar y a gritar insultos. Él por su parte, agachó la cabeza y siguió caminando”. Un ejemplo que deberíamos analizar y reflexionar acerca del trato hacia los inmigrantes. Ponernos en su lugar, ya que en algunos países los chilenos tenemos bastante mala fama.

Una vida de esfuerzo cuidando autos y las heridas de su soledad

Wilfredo Gutiérrez, una leyenda en el Barrio Yungay

Un gorro de marinero sobre una blanca y canosa cabeza hacen inconfundible al famoso “Willy”, quien trabaja para Caffarena hace más de 30 años. Ya pasó a formar parte del inventario, tanto de la tienda como del Barrio Yungay.

“Hola Willy” es la frase que más se escucha en la esquina de Compañía con Cueto, lugar en que Wilfredo Gutiérrez tiene su pequeño negocio, frente a su trabajo de toda la vida: el estacionamiento de la histórica tienda textil Caffarena. Todos conocen a este cuidador de autos, vendedor de diarios y revistas, y cartonero de 56 años. “Soy más conocido que el alcalde Alcaíno, porque aquí nadie lo conoce”, agrega entre risas.
A pesar de haber tenido la oportunidad de caer en el alcohol o en la delincuencia, supo salir adelante solo. Ya que, vio a su padre sólo una vez y su madre murió de tuberculosis cuando él y su hermano menor no tenían más de diez años. Por lo que, en vez de estar más unidos que nunca, decidieron seguir caminos distintos. Cada uno por su lado, claro que igual se reencontraron más adelante. Hasta durmió bajo algún puente del río Mapocho. Pero casi todo el tiempo estuvo recorriendo internados como “La Casa Nacional” o “La Casa de Menores”, lugar en que conoció a su mejor amigo, Hugo Figueroa, de 52 años. El que agrega: “El Willy es lo máximo, lo conozco desde que éramos chicos y nunca me ha defraudado. Es un hombre muy esforzado y respetuoso, a pesar de no tener la educación de un hogar tradicional”.

Salió del internado a los 18 años. Trabajó un tiempo en el laboratorio de análisis químicos industriales: Analmet. Pero no mucho, porque decidió ir a probar suerte en Caffarena, donde buscaban un cuidador de autos. “Lo primero que me preguntaron fue si tenía alguna experiencia cuidando autos o manejando, por supuesto que les dije que no. Y me respondieron: eso es lo que andamos buscando. Incluso me pagaron el curso de manejo”, dice Wilfredo.

Le han ofrecido varias ofertas de trabajo. Sin embargo, no ha querido cambiarse por su misma jefa y dueña en parte de Caffarena, la que siempre lo ha apoyado. “Ella es como mi árbol acá en Yungay, le debo muchas cosas. Siempre que pensé en irme de acá, ella me ayudaba en la parte monetaria”, comenta Gutiérrez al recordar las oportunidades que ha tenido para salir de ahí, de las cuales, muchas venían por parte de su eterno amigo Hugo. “Yo trabajo como asistente de construcción y siempre he tratado ayudar a Willy en el aspecto laboral, pero nunca quiso dejar su pega”, agrega Figueroa.

Labor que de todas formas tiene sus riegos. De hecho, en una ocasión se acercaron unos tipos a los autos, y como Willy ya tenía identificado el perfil de los asaltantes, dio aviso a la tienda. Pero lo que jamás imaginó era que uno de los ladrones, lo intimidaría con una cortaplumas en su cuello. Afortunadamente no pasó a mayores y se fueron. “No es fácil, como ninguna pega, pero el paso por el internado de La Casa Nacional me ayudó mucho a saber defenderme. Ahí sí que era difícil”, agrega Wilfredo. Que entre todos los autos que le ha cuidado Caffarena, en una ocasión, al General Ricardo Izurrieta, dueño de la tienda para el golpe de Estado de 1973, le tocó cuidarlo a él. Ya que, junto con su amigo Hugo, se los llevaron detenidos, pero llamaron a Izurrieta y los dejaron libres al instante.

Claro que, Gutiérrez no se queda solamente en esas historias cuidando y limpiando vidrios de autos de los fieles clientes de la tienda textil. Hace dos años, que tiene un pequeño kiosco en la esquina de Cueto con Compañía, frente a su trabajo de toda la vida. Y hace tres meses que su actual pareja, Carmen Gloria, le ayuda. Claro que no de la forma en que quisiera, ya que no puede a causa de su otro trabajo, en el que está hace 25 años. Le ocupa mucho tiempo y energía, debido a que cuida a tres mujeres de 95, 89 y 75 años. Con las enfermedades que tiene cada una, están prácticamente postradas por sus discapacidades.

Y Wilfredo entiende perfectamente eso, la apoya, socorre y aconseja en todo. Se conocen hacen 25 años, pero hace un años que son pareja y que viven juntos. “Me di cuenta que la persona que necesitaba era él, requería de un soporte que sólo él me entregó y no hablo de cosas materiales, sino de espirituales. Gracias a él ahora creo en Dios”, dice Carmen Gloria, de 45 años.

Gutiérrez, además del kiosco en que vende diarios, revistas, cigarros, dulces, etc., se dedica a la recolección de cartón, que saca de Caffarena y Colloki, situado a pasos de su negocio. Incluso, en un momento logró juntar hasta 7 toneladas. También, recicla papel blanco y revistas.

Marcela Sepúlveda, asistente de ventas de Caffarena, conoce a Wilfredo hace unos 15 años. Y recalca que es distinto a los otros cuidadores, muy educado, sabe atender a la gente y así mismo se ha ido ganando el cariño de todos. Aparte de su honradez y fidelidad.

“Mi pareja es un ser humano excepcional, que siempre está dispuesto a ayudar a los demás y por eso mismo es que todos lo quieren y respetan”, dice su pareja Carmen Gloria. Y tiene razón. Sin duda, es un ejemplo a seguir. Wilfredo Gutiérrez no tenía nada, estaba prácticamente en la calle. Pero supo salir adelante con respeto y mucho esfuerzo. El Willy es de esas personas que conoces sólo una vez en la vida, pero que por su dura historia de sacrificios, soledad y lucha, te marcan para siempre. Un personaje típico del histórico Barrio Yungay, no sólo por lo que dicen los libros, sino por su gente.

140 años cortando y rasurando historias

Pub, restaurant, salón de té, venta de antigüedades y… ¿Peluquería?

En el histórico Barrio Yungay, se sitúa una de las peluquerías más antiguas de la capital: La Peluquería Francesa. Y junto a ella el restobar Boulevard Lavaud. Ambos constituyen una zona detenida en el espacio, un edificio mágico, de esos que te transportan a otra época desde el momento en que cruzas por alguna de sus puertas.

Con su calidez, antigüedad y estilo; sorprenden y encantan a todo aquel que vaya de visita a este rincón del Barrio. Un sitio ideal para: reuniones; deleitarse con la particular decoración del lugar, que mágicamente te hace retroceder en el tiempo; y por qué no para… cortarte el pelo.

Lo que más llama la atención del lugares su estilo neoclásico. No obstante, no es porque su actual dueño, Cristian Lavaud Oyarzún (del Boulevard específicamente), haya escogido esta cualidad para llamar la atención de sus posibles clientes. Es debido a que la Peluquería Francesa es una de las más antiguas de la ciudad y es considerada, junto con el Boulevard Lavaud, Centro de Conservación Histórica por el Ministerio de Bienes Nacionales y por el Consejo de Monumentos. Razones más que suficientes para continuar con el legado histórico que ambos poseen.

Primero nació la peluquería. Muchos años después, a Cristian Lavaud Oyarzún, nieto del fundador, se le ocurrió hacer un restobar y cafetería al costado el histórico salón de belleza.

Era 1868, año en que un grupo de agricultores chilenos viajó a Francia para conocer los métodos de agricultura vitivinícola y traer profesionales para aplicarlos. Entre ellos llegó Emilio Lavaud, graduado con honores de la Escuela Agrícola de Bordeaux, acompañado de su esposa y su hijo Emilio. Al poco tiempo, Emilio se enfermó de una bronconeumonía mortal. Por lo que la viuda y su hijo se trasladaron a Santiago, específicamente frente a la Plaza Yungay, donde funcionaba la Peluquería Francesa a cargo de Victorino Tauzan y dos maestros peluqueros franceses. Tiempo después, la viuda se casó con Tauzan.

Sin embargo, en 1918 y por orden de una demolición en la peluquería, deben mudarse a Sto. Domingo, entre Libertad y Esperanza. En 1925, se incendió y vuelven a cambiarse. Esta vez a Compañía de Jesús esquina Libertad, el que actualmente sirve de techo para los clásicos cortes de pelo.

En 1988 murió Emilio Lavaud hijo y dejó la peluquería en manos de Manuel Cerda, su más antiguo y fiel empleado, quien la administra hasta el día de hoy.

A comienzos de los 90, la peluquería se transformó en un espacio alternativo donde no sólo se cortaba el pelo, sino que también se reunían artistas incipientes, como: músicos, actores, pintores, etc.

Cristian Lavaud Oyarzún, nieto del fundador, inspirándose en la estética europea del edificio y su ambiente y tradición, se hizo cargo de un nuevo proyecto: el Boulevard Lavaud, que incluye un bar, restaurant, venta de antigüedades y salón de té. Portal que da pie a la ruta patrimonial del famoso Barrio Yungay. Con una ubicación bastante extraña, en la que sólo hay viviendas de tipo colonial a su alrededor, cuyos habitantes son tranquilos y varían entre extranjeros, adultos mayores, jóvenes estudiantes, etc.

A pesar de que no se encuentre en un barrio en el que predomine la vida nocturna y gastronómica, el Boulevard Lavaud atiende diariamente a un considerable número de personas y, por supuesto que tiene una clientela fiel, que va desde actores, músicos y artistas; a empresarios y turistas extranjeros. En cuanto a lo que ofrece este Boulevard, se encuentran las antigüedades que decoran el lugar y que están a la venta, tales como: radios, espejos, muebles, cuadros, pinturas, ceniceros, joyas, esculturas, adornos, percheros, botellas, herramientas de peluquería, chapitas, platos, libros, fotografías, revistas, lámparas, etc., lo que uno imagine está en aquel lugar. Todo lo consiguen en remates, casonas, ferias, ventas de antigüedades o gracias a la misma gente que los lleva.

Por otra parte, está el salón de té y el pub-restaurant, cuya carta se compone de las más variadas recetas familiares, platos tradicionales y otros creados por su chef.
Sin duda, es uno de los lugares imperdibles dentro de Santiago, cuya historia, magia y encanto de estilo neoclásico cautivan a cualquiera que cruce por sus puertas. De hecho, dentr
o de la peluquería se han filmado spots publicitarios como los de Banco Estado y su más que conocido pato amarillo; teleseries como “Gatas y Tuercas”; un capítulo del reality “Amor ciego 2”; reportajes; bandas musicales como “La Ley” y “Los Tres” le donaron sus primeros Discos de Oro; y películas como “Mi corazón en Chile”, que se filmó en nuestro país entre octubre y diciembre del año pasado y que hace muy poco se estrenó en un canal estatal alemán. Con actuaciones del italiano Franco Nero y el alemán Hannelore Elsner.

Actualmente trabajan cuatro maestros de peluquería en el salón, uno de ellos es Rodolfo Urbina, quien lleva 9 años ahí y afirma que con la creación del restobar han aumentado los clientes en la peluquería, que se caracterizan por ser niños, jóvenes, ejecutivos, gerentes y artistas.

Un espacio detenido en el tiempo y lugar de reunión en el histórico Barrio Yungay, que todo santiaguino debería conocer, ya sea por sus historias o simplemente por su encanto y decoración.

Arte, música, danza, teatro y colores llenan de vida al antiguo Barrio Yungay

Cualquiera que vaya caminando por la calle Libertad, entre Moneda y Agustinas, no quedará indiferente al observar unas piernas de maniquí y un triciclo saliendo de dos casas muy coloridas. Corresponden a la escuela de teatro “Azul Violeta”, que imparte los más diversos talleres artísticos a niños, jóvenes y adultos de la capital.

Un triciclo, piernas de maniquí, colores y formas abstractas llenan de vida a la calle Libertad, caracterizada por poseer un estilo clásico colonial. La causante de todo este alboroto artístico es la casa de teatro “Azul Violeta”, cuyo objetivo principal es impartir talleres artísticos enfocados al desarrollo social y comunitario de niños, jóvenes y adultos.

Sin embargo, esta iniciativa es más seria de lo que parece, ya que los que dan las clases forman parte de una comunidad de 15 artistas que viven en estas casas de teatro. Ellos dedican la mayor parte de su tiempo a esta iniciativa, que es entregar arte a quien lo desee y esté dispuesto a pagar por ello.

Son tres las casas en que se imparten los talleres. En una viven 9 artistas, en la otra seis y la restante es llamada el galpón, en la que realizan los talleres que requieren más espacio, por los movimientos a realizar, número de alumnos, etc.

¿Cómo nace “Azul Violeta”?
Los orígenes de este proyecto se remontan a inicios del año 2002, en el que un grupo de jóvenes daba clases de teatro en el SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia), en un hogar de menores de la comuna de La Florida. Entre ellos, se encontraba Nelson Muñoz, amante de las tablas desde los trece años y actual director de “Azul Violeta”. Participó también en el teatro comunitario “El Mural” de la población La Bandera, en la década del ochenta. Época marcada por el silencio y reflexión con respecto a los problemas políticos del país y las situaciones que cada integrante de los talleres iba viviendo.

Nelson, se da cuenta de esto y de que la vida comunitaria es un factor clave para el desarrollo de las visiones y proyectos del mundo y la vida.

En noviembre del 2005, el grupo de artistas, en busca de un espacio propio, se independizó del SERPAJ e instaló sus dependencias en el Barrio Yungay, más específicamente, en la calle Libertad nº 143, Santiago Centro. Para así estar más cerca de todos los capitalinos, ya que en cualquier otra comuna de Santiago, no tendrían la convocatoria que hoy en día tienen, que es aproximadamente de 300 personas. Repartidas en talleres como: teatro básico, avanzado, juvenil, infantil, básico jóvenes; artístico pre-escolar; dramaturgia; danza contemporánea, niños, afro, árabe; salsa afrocubana; yoga; pintura, dibujo y figura humana; guitarra, canto, flauta traversa; circo teatro y técnicas aéreas avanzadas y básicas.

Financiando las artes
La escuela no recibe dinero del Estado. No lo pide y tampoco lo recibe. Tiene como funcionar y prefieren que ese dinero sea entregado a quien realmente lo necesite. Hasta el momento, “Azul Violeta” se mantiene gracias a las personas que asisten a ella y pagan por sus clases.

Los precios de estos talleres varían de los $12.000 a los $20.000. Se imparten en horarios cómodos para todo el que quiera asistir, en la semana de 18:30 a 20:00 horas lo más temprano, y de 20:30 a 22:00 lo más tarde. Y el día sábado en la mañana y en la tarde.

Lo entretenido de los talleres, es que al final de cada semestre hacen presentaciones abiertas al público de lo que se hizo en el taller. Por ejemplo, el pasado sábado 9 y domingo 10 de Agosto dese hizo una presentación, y el sábado 16 de Agosto, una fiesta, cuya entrada sólo costaba $1000.

Cerca de todos
Es muy fácil llegar a la casa “Azul Violeta”, sólo hay que bajarse en la estación del metro Unión Latinoamericana y caminar por la calle Libertad hacia el norte, antes del Parque Portales. Es difícil que alguien se pierda, debido a la decoración externa de las casas. Es imposible no reconocer las dependencias de “Azul Violeta”; tienen un sello único, que mezclado con la arquitectura que caracteriza al Barrio Yungay, le da a ese tramo de la calle Libertad un toque mágico.

Historia del Barrio

Al poniente de la comuna de Santiago, entre La Alameda, Avenida Ricardo Cumming, Rosas y Matucana, se encuentra el antiguo e histórico Barrio Yungay. Su nombre se origina en el año 1839, más específicamente, el 20 de enero, fecha en la que el ejército chileno, al mando del General Manuel Bulnes, derrotó a la Confederación Perú-Boliviana en el pueblo llamado Yungay.

El Presidente Joaquin Prieto, por un Decreto Supremo y como homenaje al triunfo chileno, crea la Plaza Yungay, en la que se encuentra una figura esculpida por Virginio Arias, a la que se llamó “El defensor de la Patria” en 1888. Sin embargo, más tarde fue bautizada como El roto chileno, en honor a los soldados chilenos de esa guerra.

El Barrio Yungay es el primer barrio construido en Santiago después del Barrio Cívico. En sus inicios era conocido como La Villita o el Llano de Portales, ya que la familia del Ministro Diego Portales eran los poseedores de las primeras propiedades. De hecho, nació como un barrio aristocrático, cuyas familias instalaron sus grandes casonas ahí. De las cuales, en su gran mayoría, corresponden al hogar de peruanos, colombianos, ecuatorianos y por su puesto chilenos; que viven hacinados en estas mismas viviendas.


Desde siempre, esta plaza fue un centro de reunión vecinal, donde las señoras y caballeros salían a pasear durante las tardes o para discutir sobre la actividad política. Pero, a comienzos del siglo XX, sus habitantes se trasladaron al oriente de la capital. Por lo que llegaron nuevas personas al barrio, entregándole un sello característico. Me refiero a la clase media y familias de escasos recursos, quienes crearon alrededor de 65 cités.

Se han instalado: oficinas, universidades, el Museo de Arte Popular Americano, el Teatro Camino, el Teatro Novedades, la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia de Los Capuchinos (edificada entre 1853 y 1861 con el diseño florentino de Eusebio Chelli), El Sindicato (centro político y cultural de izquierda), talleres artísticos, cafés, bibliotecas, etc.

En el Bario Yungay vivieron grandes hombres y mujeres, intelectuales, artistas, políticos y académicos, que han impulsado el desarrollo educacional, cultural, político e institucional del país. Tales como: el poeta y autor de la canción nacional y Ministro del Interior del Presidente Balmaceda, Eusebio Lillo; el intelectual argentino, presidente de ese país entre los años 1868 y 1874 y director de la Escuela Normal de Preceptores, José Domingo Faustino; el científico polaco, padre de la minerología chilena, rector de la Universidad de Chile, Geógrafo y naturalista, Ignacio Domeyko; Rubén Darío, que con las lecturas de Baudelaire, Gautier, Daudet y Byron, deambulaba entre los salones elegantes tradicionales y rincones populares del barrio; la cantautora Violeta Parra; etc.

Es quizá el único sector de la comuna de Santiago Centro que no ha sido alcanzado por la renovación y progreso del plan de reconversión urbana (creado en los años 90) y que ha convertido a su centro histórico en un lugar moderno y seguro.

Luego de sufrir un período de decadencia y abandono, en la década del noventa se remodeló la plaza, mejoró la iluminación, se instalaron nuevos juegos infantiles y hasta el día de hoy se realizan actividades culturales esporádicas en el lugar.

El barrio siempre ha tenido un carácter inmigrante y ha recibido extranjeros, principalmente peruanos pero también bolivianos, colombianos, etc. Prefieren este barrio, porque es central y económico, es más, pueden vivir 10 personas en una sola pieza.