miércoles, 26 de noviembre de 2008

Una vida de esfuerzo cuidando autos y las heridas de su soledad

Wilfredo Gutiérrez, una leyenda en el Barrio Yungay

Un gorro de marinero sobre una blanca y canosa cabeza hacen inconfundible al famoso “Willy”, quien trabaja para Caffarena hace más de 30 años. Ya pasó a formar parte del inventario, tanto de la tienda como del Barrio Yungay.

“Hola Willy” es la frase que más se escucha en la esquina de Compañía con Cueto, lugar en que Wilfredo Gutiérrez tiene su pequeño negocio, frente a su trabajo de toda la vida: el estacionamiento de la histórica tienda textil Caffarena. Todos conocen a este cuidador de autos, vendedor de diarios y revistas, y cartonero de 56 años. “Soy más conocido que el alcalde Alcaíno, porque aquí nadie lo conoce”, agrega entre risas.
A pesar de haber tenido la oportunidad de caer en el alcohol o en la delincuencia, supo salir adelante solo. Ya que, vio a su padre sólo una vez y su madre murió de tuberculosis cuando él y su hermano menor no tenían más de diez años. Por lo que, en vez de estar más unidos que nunca, decidieron seguir caminos distintos. Cada uno por su lado, claro que igual se reencontraron más adelante. Hasta durmió bajo algún puente del río Mapocho. Pero casi todo el tiempo estuvo recorriendo internados como “La Casa Nacional” o “La Casa de Menores”, lugar en que conoció a su mejor amigo, Hugo Figueroa, de 52 años. El que agrega: “El Willy es lo máximo, lo conozco desde que éramos chicos y nunca me ha defraudado. Es un hombre muy esforzado y respetuoso, a pesar de no tener la educación de un hogar tradicional”.

Salió del internado a los 18 años. Trabajó un tiempo en el laboratorio de análisis químicos industriales: Analmet. Pero no mucho, porque decidió ir a probar suerte en Caffarena, donde buscaban un cuidador de autos. “Lo primero que me preguntaron fue si tenía alguna experiencia cuidando autos o manejando, por supuesto que les dije que no. Y me respondieron: eso es lo que andamos buscando. Incluso me pagaron el curso de manejo”, dice Wilfredo.

Le han ofrecido varias ofertas de trabajo. Sin embargo, no ha querido cambiarse por su misma jefa y dueña en parte de Caffarena, la que siempre lo ha apoyado. “Ella es como mi árbol acá en Yungay, le debo muchas cosas. Siempre que pensé en irme de acá, ella me ayudaba en la parte monetaria”, comenta Gutiérrez al recordar las oportunidades que ha tenido para salir de ahí, de las cuales, muchas venían por parte de su eterno amigo Hugo. “Yo trabajo como asistente de construcción y siempre he tratado ayudar a Willy en el aspecto laboral, pero nunca quiso dejar su pega”, agrega Figueroa.

Labor que de todas formas tiene sus riegos. De hecho, en una ocasión se acercaron unos tipos a los autos, y como Willy ya tenía identificado el perfil de los asaltantes, dio aviso a la tienda. Pero lo que jamás imaginó era que uno de los ladrones, lo intimidaría con una cortaplumas en su cuello. Afortunadamente no pasó a mayores y se fueron. “No es fácil, como ninguna pega, pero el paso por el internado de La Casa Nacional me ayudó mucho a saber defenderme. Ahí sí que era difícil”, agrega Wilfredo. Que entre todos los autos que le ha cuidado Caffarena, en una ocasión, al General Ricardo Izurrieta, dueño de la tienda para el golpe de Estado de 1973, le tocó cuidarlo a él. Ya que, junto con su amigo Hugo, se los llevaron detenidos, pero llamaron a Izurrieta y los dejaron libres al instante.

Claro que, Gutiérrez no se queda solamente en esas historias cuidando y limpiando vidrios de autos de los fieles clientes de la tienda textil. Hace dos años, que tiene un pequeño kiosco en la esquina de Cueto con Compañía, frente a su trabajo de toda la vida. Y hace tres meses que su actual pareja, Carmen Gloria, le ayuda. Claro que no de la forma en que quisiera, ya que no puede a causa de su otro trabajo, en el que está hace 25 años. Le ocupa mucho tiempo y energía, debido a que cuida a tres mujeres de 95, 89 y 75 años. Con las enfermedades que tiene cada una, están prácticamente postradas por sus discapacidades.

Y Wilfredo entiende perfectamente eso, la apoya, socorre y aconseja en todo. Se conocen hacen 25 años, pero hace un años que son pareja y que viven juntos. “Me di cuenta que la persona que necesitaba era él, requería de un soporte que sólo él me entregó y no hablo de cosas materiales, sino de espirituales. Gracias a él ahora creo en Dios”, dice Carmen Gloria, de 45 años.

Gutiérrez, además del kiosco en que vende diarios, revistas, cigarros, dulces, etc., se dedica a la recolección de cartón, que saca de Caffarena y Colloki, situado a pasos de su negocio. Incluso, en un momento logró juntar hasta 7 toneladas. También, recicla papel blanco y revistas.

Marcela Sepúlveda, asistente de ventas de Caffarena, conoce a Wilfredo hace unos 15 años. Y recalca que es distinto a los otros cuidadores, muy educado, sabe atender a la gente y así mismo se ha ido ganando el cariño de todos. Aparte de su honradez y fidelidad.

“Mi pareja es un ser humano excepcional, que siempre está dispuesto a ayudar a los demás y por eso mismo es que todos lo quieren y respetan”, dice su pareja Carmen Gloria. Y tiene razón. Sin duda, es un ejemplo a seguir. Wilfredo Gutiérrez no tenía nada, estaba prácticamente en la calle. Pero supo salir adelante con respeto y mucho esfuerzo. El Willy es de esas personas que conoces sólo una vez en la vida, pero que por su dura historia de sacrificios, soledad y lucha, te marcan para siempre. Un personaje típico del histórico Barrio Yungay, no sólo por lo que dicen los libros, sino por su gente.

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